La importancia de ser un virus


La palabra virus es sin duda uno de los términos científicos más presentes en el habla cotidiana, familiar para la práctica totalidad de la población. Al margen de su empleo casi diario en relación con la vigente pandemia de Gripe A (virus H1N1), quién más quién menos lo ha oido en el diagnóstico de su médico de cabecera como la causa de algún trastorno cuya etiología no está muy bien definida, y que se acaba achacando a un virus o a un "proceso vírico". Otra cosa es que se entienda qué sean esos virus, su naturaleza y la importancia que pueden haber tenido para la vida aparte de ser origen de patologías diversas.
De todas estas habituales referencias parece desprenderse inopinadamente que los virus son microorganismos infecciosos, siempre acechantes a la espera de encontrar una ocasión para invadir nuestro cuerpo y provocarnos ciertas enfermedades, algunas de las cuales nos producen espanto por su gravedad. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua se define virus como "organismo de estructura muy sencilla", definiendo a su vez "organismo" como "ser vivo" entre otras acepciones. En medicina, los virus se engloban en el conjunto de los gérmenes, junto con las bacterias, hongos o parásitos, también bajo el marbete de microorganismos.
El botánico ruso Dimitri Ivanovski fue el primero en identificarlos al buscar la causa de la enfermedad mosaico del tabaco, que atribuyó a un agente desconocido, más pequeño que las bacterias, al que consideró como una especie de toxina (de ahí su nombre, que deriva del latín "veneno"). Posteriormente, según se iba describiendo su composición, pasaron a la categoría de formas de vida muy primitiva para, finalmente, quedar relegados a simples estructuras químicas inertes, aunque no ha cesado nunca la continua discusión sobre su carácter de "cosa viva" o, al menos, muy próxima a la vida, que depende de la definición de vida que se considere y del punto de vista que se adopte para el análisis de sus características. Así, según la definición de vida adoptada por la N.A.S.A., de amplio predicamento, la vida corresponde a un "sistema químico autosuficiente capaz de experimentar una evolución de tipo darwiniano". En principio, un virus es por tanto una estructura inerte porque no constituye un "sistema químico autosuficiente", es sólo un conglomerado de ácidos nucleicos encapsulado en una envuelta proteínica sin ninguna actividad. Sin embargo, cuando entra en contacto con una célula, libera su material genético, que toma el control de la maquinaria celular de replicación y de expresión génica, induciendo la copia de sus genes y la síntesis de las proteínas que codifican para producir nuevos virus que se ensamblan y salen de la célula listos para reiniciar el ciclo en otras cercanas. En esta interacción constante con las células, los virus muestran además la capacidad de evolucionar y hacer evolucionar a esas células, en una adaptación mutua similar a la propia de un parásito y su huésped.
Para los estudiosos de la evolución, los virus se generaron a partir de material genético de organismos preexistentes que adquirió una envoltura proteínica y degeneró en una estructura parásita íntimamente ligada en su origen y desarrollo a la vida y situada en el umbral de ésta. Si atendemos a las teorías que sitúan el origen de la vida en entramados metabólicos primordiales que fueron optimizados con la aparición posterior de los ácidos nucleicos y las proteínas, habría que considerar a los virus como una consecuencia espuria de este último suceso, en principio accesorio al proceso de constitución de organismos vivos. Sea como fuere, desde que se hicieron presentes, los virus han supuesto un referente de importancia capital en la evolución de la vida. Luis P. Villarreal, del Centro de Investigaciones Víricas de la Universidad de California en Irving, sostiene que los virus juegan un papel muy importante en la evolución porque intercambian información genética directamente con los individuos que infectan añadiendo genes a su progenie. Hay que tener en cuenta que la cantidad de virus existentes es enorme, 1030 tipos diferentes sólo en los océanos según cálculos actuales. Las variedades patógenas son una ínfima parte frente a los inocuos (billones de billones de billones...) que medran en sus huéspedes sin producir daños, pero llevando a cabo este incesante intercambio que, si se tiene en cuenta la gran facilidad de los virus para introducir mutaciones en su material genético, constituye una poderosa y muy activa vía de innovación genética. El Consorcio Internacional para la Secuenciación del Genoma Humano, ha identificado entre 113 y 223 genes presentes en bacterias y en humanos que no están en otros organismos intermedios, un curioso hecho que Villarreal y su compañero Victor DeFilippis, de la Universidad de Oregón, han explicado por la transferencia a bacterias y humanos desde virus que infectaron a ambos. Yendo aún más lejos, Philip Bell, de la Universidad Macquarie de Sidney, ha aventurado que el núcleo de las eucariotas se generó a partir de un gran virus de ADN que invadió permanentemente células procariotas, teoría que supera algunos de los problemas de explicar el paso de procariotas a eucariotas como culminación de un proceso de evolución gradual. La hipótesis se apoya en la similitud de un gen codificador de la proteína ADN polimerasa (una enzima que se encarga de copiar ADN) de las células eucariotas con el de el virus T4, y su fundamentación parece sólida.
Volviendo a la cuestión de si un virus está vivo o no en referencia a la definición de vida propuesta y teniendo en cuenta que la vida es una cualidad que no admite grados (o se está vivo o no se está; no caben estados intermedios) la respuesta es no. Pero la cuestión es baladí. Lo importante es la estrecha relación entre los virus y los organismos con los que interactúa y la determinante influencia en la evolución de éstos. Villarreal los define como “una frontera en constante cambio entre el mundo de la biología y el de la química”, y Salvador Luria, virólogo y premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1969, se preguntaba si los virus “no serán los que, en su interacción con el genoma celular, han creado los patrones genéticos eficientes que subyacen a todas las células en el curso de la evolución”. Sean lo que sean, no es ninguna tontería ser un virus.

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