Explorando Marte. Análisis de datos del instrumento español REMS
El tratamiento de los
datos de la estación meteorológica REMS, uno de los instrumentos que lleva el
róver Curiosity de la misión MSL de la NASA para estudiar la dinámica de la atmósfera
de Marte, supone un reto científico que un equipo de investigadores españoles
afronta con solvencia desde la llegada de la sonda al planeta.
No es difícil imaginar el enorme esfuerzo tecnológico que
supone llevar a término una misión espacial, máxime si se trata de enviar un
vehículo robótico a otro planeta, aunque sea de la inmediata vecindad como es
el caso de Marte (apenas la puerta de al lado en la escala cósmica), pero en
realidad hacer aterrizar el ingenio en la superficie del planeta no supone más
que un primer paso hacia los objetivos que justifican en última instancia la
puesta en marcha de la misión, y que en general son aumentar el conocimiento de
algunos aspectos concretos del lugar de destino. Una vez allí, no se trata tan
sólo de comenzar las operaciones del vehículo y recabar sin más datos inmediata
y directamente productivos en el desarrollo de los estudios planteados, sino
que su tratamiento requiere un continuo y arduo esfuerzo de interpretación y
selección para depurar datos esclarecedores y fiables a partir del aluvión de
datos crudos recogidos, que en principio aparecen como un volumen incongruente
de información sin sentido.
El caso de REMS
Para ilustrar lo delicada y dificultosa que resulta esta
tarea cotidiana, nada mejor que recurrir al ejemplo de
REMS (Róver Enviromental
Monitoring Station), el instrumento español montado a bordo del vehículo
Curiosity, que desde agosto de 2012 recorre el fondo del cráter Gale, en Marte,
midiendo diariamente diversos parámetros atmosféricos además de la radiación
ultravioleta incidente sobre la superficie durante cinco minutos de cada hora.
En agosto de 2014, cuando la misión se dé por finalizada (quedando abierta la
posibilidad de ampliar su periodo de operatividad), REMS habrá proporcionado a
la comunidad científica el más extenso volumen de datos ambientales del Planeta
Rojo recabados hasta ahora. Pero su utilidad, según lo apuntado más arriba, no
es directa, y requiere un concienzudo análisis en función de una larga serie de
factores, impuestos en gran medida por la propia situación del instrumento
sobre una base móvil y caliente que introduce perturbaciones espurias en las
medidas, haciendo necesario un complicado trabajo de interpretación previo a su
validación inequívoca.
REMS es básicamente una estación meteorológica que mide la
temperatura del aire, la temperatura del suelo, la dirección y velocidad del
viento, la humedad relativa del aire, la presión atmosférica y la radiación
ultravioleta a través de otros tantos sensores que integran el instrumento, y que
previamente tuvieron que ser caracterizados, para su correcto calibrado, en función
del comportamiento de sus componentes electrónicos bajo las condiciones
ambientales marcianas. Pero además están montados sobre una plataforma, Curiosity,
alimentada por un generador térmico de radioisótopos (RTG) que, como se puede
deducir de su nombre, produce calor; de hecho, Curiosity es el punto más
caliente de Marte, con una temperatura 200º C por encima de la ambiental. Este
calor eleva la temperatura de su entorno inmediato, tanto la del aire que está
en contacto con él como la del suelo a su alrededor, donde los sensores
correspondientes toman sus medidas. Las de los sensores de temperatura se ven
directamente afectadas como es evidente, pero también la del sensor de presión
y la del de humedad relativa quedan alteradas, de una forma indirecta pero
significativa, que debe corregirse. En el caso del sensor de temperatura del
aire esta distorsión es crítica, puesto que opera desde el interior del volumen
de aire calentado por el propio vehículo, por lo que para asegurar que sus
medidas reflejan realmente la temperatura de la atmósfera marciana, ha sido
necesario diseñar un modelo de su comportamiento térmico y un protocolo
específico para calibrar las lecturas obtenidas y discriminar los valores
debidos a la contaminación provocada por el calor del vehículo.
En cuanto a la temperatura del suelo, también hay que desestimar
la aportación térmica de Curiosity, que evidentemente aumenta con el tiempo
cuando está parado operando en un determinado lugar, aunque en este caso la
contaminación tiene un aspecto provechoso, porque contrastada con las medidas
que se toman cuando el vehículo se mueve, ayuda a estimar la inercia térmica
del suelo, es decir, como de rápido se eleva su temperatura bajo una fuente de
calor, un dato valioso como referencia para identificar los materiales que lo
componen. Para la correcta interpretación de las medidas de este sensor en
particular hay que manejar además información adicional sobre el tamaño y la
orientación de los elementos dispuestos sobre el terreno delante del campo de
medición del sensor.
Las lecturas del sensor ultravioleta, situado en la
plataforma superior del vehículo, no se ven afectadas por el calor, pero presentan
sus propios problemas particulares derivados en este caso de la movilidad de la
plataforma y de la meteorología marciana. Así, deben ponderarse no sólo en
relación a la posición del Sol, sino que están mediatizadas por la presencia de
polvo en suspensión (opacidad de la atmósfera), que además se va depositando
sobre los fotodiodos que lo integran imponiendo una continua calibración de los
datos que registra en función de su estado, deducido de las imágenes tomadas
por la cámara. Ésta, por otro lado, va montada en el extremo superior de un
mástil vertical, que en ciertas orientaciones puede proyectar sombra sobre los
fotodiodos desvirtuando sus medidas, y también hay que conocer en todo momento
la posición del vehículo, puesto que la inclinación que puede tomar al
disponerse sobre algunas irregularidades del terreno cambian el ángulo de
incidencia de la radiación y por tanto su medida.
Todo esto supone que el procesamiento de los datos que
recaba REMS diariamente sea un reto constante para el equipo científico que se
encarga de realizarlo, y también una gran responsabilidad, porque además de
engrosar los registros del Planetary Data System de la NASA para su consulta
por cualquier equipo científico que los requiera en lo sucesivo, sirven como
referencia para el desarrollo de investigaciones que se llevan a cabo a partir
de datos de otros instrumentos de Curiosity y contribuye en buena medida al
éxito global de la misión.
Pues bien, ese equipo científico, que también es español, ha
sido distinguido con el Premio de Honor a sus “Logros como Grupo” por la
Agencia Espacial Americana, tanto en la fase de diseño y desarrollo del
instrumento como en la explotación científica de los datos que envía
diariamente. En este último capítulo, el premio adquiere un valor añadido si se
tiene en cuenta que uno de los seis sensores de los que consta el aparato, el
sensor de velocidad del viento, quedó parcialmente inutilizado durante el aterrizaje
del vehículo imposibilitando la recogida de algunas medidas necesarias para
realizar los estudios previstos, a pesar de lo cual el equipo científico ha
conseguido optimizar el tratamiento de los datos disponibles. De su trabajo
resultará un conocimiento más profundo del entorno marciano y su climatología,
sentando por otro lado unas sólidas bases para el desarrollo de investigaciones
posteriores que incluirán desde indagaciones astrobiológicas hasta
certificación de modelos climáticos terrestres mediante su estudio comparativo
con los datos obtenidos en Marte.
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