El futuro de la acuicultura y la acuicultura del futuro


El problema de la sobreexplotación de los recursos marinos es un preocupante asunto que de vez en cuando se deja entrever en las campañas de consumo responsable desplegadas por las autoridades o en el cierre ocasional de ciertos caladeros que se llevan al borde del agotamiento. El océano no es una fuente de ilimitados recursos como en otros tiempos era considerado, y se ha tomado ya plena conciencia del delicado cuidado que debe observarse en su aprovechamiento.

Y sin embargo, se vuelve a mirar al mar como el almacén del que habrá que extraer en un futuro próximo la materia prima para abastecer la creciente demanda de proteína animal de un mundo cada vez más poblado. Las autoridades internacionales prevén una subida del consumo de carne del 25% en los próximos 15 años, que sólo podrá satisfacerse con una ampliación de la superficie destinada a agricultura y ganadería de en torno a un 50%, algo difícilmente sostenible si tenemos en cuenta que la cría de ganado supone un elevado empleo de terreno para obtener su alimento a partir de cultivos que hay que abonar y tratar con productos altamente contaminantes, además de grandes cantidades de agua dulce y combustibles fósiles. En estas circunstancias, la acuicultura despunta como una práctica cuyo desarrollo podría contribuir a paliar el problema, aunque las piscifactorías tradicionales presentan en principio una serie de inconvenientes que las hacen indeseables desde el punto de vista ecológico. Son instalaciones en las que se generan grandes cantidades de excrementos y de restos de alimentos que pueden desequilibrar el entorno interfiriendo en el normal desarrollo de la vida marina cercana y propician además la proliferación de las poblaciones de fitoplancton más allá del volumen adecuado para el equilibrio de los ecosistemas. Pero quizá el aspecto más negativo de la acuicultura tradicional es que emplea más cantidad de biomasa de especies pequeñas sin valor comercial para la elaboración de pienso que la que se obtiene para consumo, de forma que la obtención de un kilo de salmón cultivado, por ejemplo, requiere una inversión de tres kilos de pescado en forma de pienso para alimentarlo. Este problema se deriva del consumo preferente de especies situadas en la cúspide de las cadenas tróficas oceánicas. Sería como si, para abastecer nuestras carnicerías, se criaran leones alimentándolos a base pienso elaborado con carne de vaca. Se expolian así especies que son la base alimenticia de otras muchas salvajes secundariamente abocadas al declive. La acuicultura, por lo demás, es el sector de producción alimentaria con mayor tasa de crecimiento (7,5% anual) de forma que, al ritmo actual de consumo, se habrán agotado los recursos para abastecer el sector en 2040 según cálculos bien planteados.

En conjunto parece que la cosa no pinta bien, pero ya se están planteando soluciones que definirán una nueva acuicultura y situarán esta actividad al frente de la producción de proteína animal. Para evitar el problema de la acumulación de residuos típico de las granjas costeras al uso, se ha introducido el cultivo asociado de algas y especies filtradoras que limpian el agua cerca de las jaulas, y se está empezando a situar piscifactorías en mar abierto, en el seno de fuertes corrientes que dispersan esos residuos con gran eficacia evitando las alteraciones que su acumulación pudiera provocar. Incluso se han diseñado jaulas dotadas de motores que realizan largos recorridos por esas corrientes durante todo el periodo de cría de los peces que contienen.

La reducción de las capturas para elaboración de piensos deberá acelerarse a medida que el sector se desarrolla en dos vías por las que ya se avanza: por un lado y de forma inmediata , sería necesario alcanzar un factor de conversión pienso/pescado cercano a la unidad con la incorporación al primero de proteínas y aceites de origen vegetal. En segunda instancia, se debería recurrir a otras fuentes alternativas como suministro de ciertos componentes esenciales del pienso, tales como las algas microscópicas, o introducir zooplancton y macroalgas en la dieta de los peces de cría, que podrían cultivarse a tal efecto en todos los casos con un mínimo coste medioambiental.

Salvar estos inconvenientes que lastran el desarrollo de la acuicultura podría impulsarla hasta el grado de primera fuente de proteína animal para la población con notables ventajas incluso frente a la ganadería tradicional, y mejor ajustada a los criterios de sostenibilidad. Se reduciría, por ejemplo, el consumo de agua dulce, un problema acuciante que no para de agravarse, y el gasto energético se optimizaría, por cuanto cualquier tipo de piscifactoría actual es más racional en consumo que las flotas pesqueras, y no provoca además los daños colaterales que la extracción conlleva (captura de especies no deseadas que se desechan, o de individuos de talla inadecuada debido a la utilización de métodos de pesca poco selectivos).

En resumidas cuentas, la optimización de la cría de peces en nuevos tipos de piscifactorías y mediante técnicas aún incipientes pero ya bien planteadas y con grandes expectativas de desarrollo, contribuirá no sólo a satisfacer la creciente demanda de proteína animal, sino que lo conseguirá con una disminución del impacto que su satisfacción conlleva.

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