Cambio climático; últimas noticias

Al margen de la enconada controversia mantenida por diversos sectores sociales y políticos en torno al asunto del calentamiento global, en la que los argumentos, incluida la interpretación de datos científicos, se ven deformados hasta lo grotesco, y aparte del extremismo desenfocado que han llegado a adoptar las posturas enfrentadas y de la deficiente comprensión que el público en general tiene del tema (cualquier fenómeno meteorológico, sea local o global, e incluso otros eventos de naturaleza geológica que nada tienen que ver con la atmósfera se achacan directamente al “cambio climático”), parece cada vez más cierta la posibilidad de que la actividad humana esté alterando el delicado equilibrio físico-químico de la atmósfera, y precipitando en consecuencia ese susodicho y temido cambio climático que, por lo demás, no sería el primero, ni será, de verificarse, el último sufrido por nuestro planeta. A lo largo de su historia, se han producido varios de ellos, como las glaciaciones, algunas de las cuales tuvieron un alcance global en los episodios conocidos como Tierra Bola de Nieve, y también ha habido periodos más cálidos que el actual, como ocurrió por ejemplo en el Carbonífero, durante el cual la temperatura media de la Tierra fue de entre 23º C y 25º C (actualmente es de unos 15º C). Tampoco sería el único determinado en mayor o menor medida por la actividad biológica, aunque en este caso sea éste el factor principal.
Los procesos implicados en estas variaciones son muy diversos y complejos, y presentan muchos aspectos que no se comprenden bien todavía, lo que no impide que las previsiones planteen indefectiblemente desenlaces catastróficos. Se cree que el incremento antropogénico de la concentración de dióxido de carbono (CO2) atmosférico, el gas de efecto invernadero al que se atribuye en principio el aumento de la temperatura global, puede desencadenar una secuencia de sucesos en cascada que disparen la intensidad del calentamiento, es decir, un efecto invernadero desbocado. En primer lugar, al subir la temperatura, se intensificaría la evaporación de agua, creciendo por lo tanto la cantidad de vapor atmosférico, lo que supondría una aceleración de la subida térmica al activar a su vez otros dos mecanismos: por un lado, el vapor de agua es uno de los más poderoso de los gases de efecto invernadero, y contribuiría a aumentarlo en buena medida, mientras que, por otro, la descongelación de extensas masas de hielo polar conllevaría una disminución del albedo, con la que la Tierra recibiría una mayor cantidad de radiación solar. No obstante, también aumentaría la nubosidad, y con ella el albedo, lo que compensaría la pérdida de reflexión en las superficies de agua helada. Como se ha dicho, el problema es complejo y es difícil calibrar todos los elementos implicados en los mecanismos climáticos según su ajuste real; son numerosos los detalles poco claros y las deficiencias de datos.
Uno de los muchos procesos derivados del incipiente calentamiento que puede contribuir a su aceleración ha sido estudiado durante años por Katey Walter Anthony, del Centro de Investigaciones Ambientales y del Agua de la Universidad de Alaska Fairbanks: el aumento de las emisiones de metano (CH4) hacia la atmósfera por descongelación del permafrost, un problema preocupante si tenemos en cuenta que la extensión de suelo congelado significa el 20% de la superficie continental emergida, y que el metano es capaz de captar 25 veces más calor que el CO2, es decir, que es muy eficiente como gas de efecto invernadero. De hecho, a pesar de su escasez en la atmósfera, (1,7 ppm) contribuye a elevar la temperatura en 1º C. y, según las tasas de descongelación previstas, el aporte de metano durante el próximo siglo aumentaría hasta en un 40%.
El permafrost es una capa de suelo permanentemente helado que puede llegar a tener centenares de metros de profundidad y puede contener, según algunas apreciaciones, casi cien mil millones de toneladas de carbono fijado en restos de plantas y animales muertos y acumulados durante miles de años en sus estratos superiores. Al descongelarse, se producen en la superficie del permafrost depresiones que se llenan de agua de escorrentía dando lugar a pequeñas lagunas en cuyo fondo, pobre en oxígeno, esta materia orgánica es descompuesta por bacterias anaerobias que producen metano como desecho metabólico.
Vladimir E. Romanovsky ha registrado un alarmante aumento en la temperatura del permafrost en las últimas décadas, que lo ha llevado al borde de la fusión en un porcentaje elevado de su extensión. Según sus cálculos, más de un tercio del permafrost de Alaska está a 1º C de la descongelación que, de producirse finalmente, provocaría un incremento del metano atmosférico, junto con un aporte adicional de CO2 asociado, capaz de elevar la temperatura media global en 0,32º C.
En Siberia hay también vastas extensiones de un tipo de permafrost, el llamado yedoma, compuesto en un 90% por grandes masas de hielo con zonas de suelo helado rico en materia orgánica (el 10% restante) que el calentamiento está descongelando propiciando una profusa formación de lagos en los que Walter ha ido midiendo las emisiones de metano durante sus investigaciones. Los datos obtenidos, extrapolados a los lagos de todo el ártico, arrojan un resultado total de entre 14 y 35 millones de toneladas de metano vertidas a la atmósfera anualmente. A este ritmo, la cantidad de metano aportado a la atmósfera en los próximos 100 años sería 10 veces la actual, lo que tendría una repercusión notable en el aumento del ritmo de calentamiento global.
Se trata por supuesto de una estimación que debe matizarse con el desarrollo de modelos bien diseñados en los que se incluyan tantos factores y parámetros como sea posible porque, es necesario insistir, la evolución atmosférica y climática se basa en procesos e interacciones de mecanismos muy diversos (geológicos, químicos, biológicos, cósmicos…) en intrincadas relaciones y ajustes mutuos que no es fácil abarcar, y hacen aventurada cualquier predicción. En cualquier caso, hay otro motivo de preocupación al que atender en relación con la subida de la temperatura del planeta y la modificación de los patrones climatológicos en un nuevo episodio de cambio climático que tiene una característica peculiar respecto a todos los anteriores: éste, derivado de la actividad humana, puede ser evitado o al menos paliado corrigiendo las conductas que lo han provocado. En nuestras manos está.

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