Entradas

Mostrando entradas de 2012

Quimiosmosis y el origen de la vida

Imagen
La quimiosmosis, como dejamos planteado en un texto anterior ( Fuerza protón-motriz: el poderoso aliento de la vida) es el mecanismo químico que en última instancia permite a la célula recolectar la energía contenida en los nutrientes para emplearla luego, según sea necesario, en diversos procesos, entre los que destaca la generación de ATP, la proverbial moneda energética que reparte las ganancias por donde son necesarias. En cuanto a la inversión en ATP, y manteniendo la analogía de esta molécula con moneda, la quimiosmosis es un mecanismo intermediario que permite a la célula trabajar con fracciones de su valor, es decir, con calderilla. Su importancia en este sentido es capital porque sin él ningún organismo se podría haber independizado nunca de una fuente de energía externa que le permitiera fabricar directamente ATP. Cuando la energía se obtiene a partir del procesado de sustancias orgánicas, es necesario gastar ATP inicialmente para impulsar las reacciones, cuyo rendimiento

Fuerza protón-motriz: el poderoso aliento de la vida

Imagen
En 1961 el destacado bioquímico británico Peter Mitchell publicó en Nature un artículo en el que dilucidaba uno de los últimos grandes misterios por resolver en el estudio de la respiración celular: el mecanismo gracias al cual la energía extraída a partir de los electrones arrancados a los combustibles orgánicos a lo largo de las cadenas respiratorias se gestiona en el interior de la mitocondria antes de ser almacenada en forma de ATP, cerrando un amplio capítulo de la investigación bioquímica iniciado siglos atrás. Desde que Lavoisier estableciera la equivalencia de respiración y combustión hacia finales del siglo XVIII, el estudio de este asunto central de la fisiología había recorrido un largo camino plagado de escollos, afanosamente traspuestos gracias al empeño de destacadas figuras de la ciencia. Entre los hitos que lo jalonan, cabe señalar la identificación por Eduard Pflüger en 1870 de cada célula individual como el entorno en el que la respiración tiene lugar, aunque n

La fatídica persistencia de la muerte

Imagen
Desde nuestra condición de seres dotados de conciencia, la muerte se contempla como una cruel sentencia a la que todos somos condenados sin posibilidad de redención; un absurdo final para nuestras vidas que acaba por borrar todo rastro de nuestra particular existencia; un funesto hecho sin sentido que cada criatura, si hablamos de vida compleja, lleva incorporado en su propia naturaleza. Cualquier cosa viva puede morir más pronto o más tarde, pero los metazoos tienen la muerte inscrita en sus genes (aunque no sería correcto afirmar que es un proceso programado como veremos). Es decir, una bacteria por ejemplo, puede morir o no si no sufre una agresión letal del entorno en el que vive (depredación, falta de alimento, accidente…) pero un metazoo morirá indefectiblemente después de un periodo más o menos prolongado de progresiva decrepitud marcada en última instancia por el consumo de oxígeno que nos mantiene vivos: el temible envejecimiento. En cierto sentido, la muerte es consusta

El doble filo de los Omega 3

Imagen
Entre el creciente número de sustancias a las que se les reconocen ampliamente extraordinarias propiedades salutíferas destacan los muy célebres ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 y Omega-6, sobre los que parece haberse impuesto un general convencimiento de que, como son “buenos”, cuanto más se consuman mejor, un criterio que, como veremos, quizá esté un tanto sesgado hacia el disparate. Efectivamente, los ácidos grasos englobados en estas dos familias (que se distinguen por el cabono de sus cadenas en el que se sitúa el primer doble enlace de los varios que pueden tener –entre 2 y 6- según el ácido graso concreto de que se trate), desempeñan diversas e importantes funciones fisiológicas en todos los tejidos como sustancias de almacenamiento energético y como constituyentes fundamentales de las membranas celulares, desde las que son liberados para servir de mediadores químicos en la síntesis de varias sustancias vitales como las prostaglandinas, los tromboxanos y otras. Alguno

Vida simple/vida compleja; un candente problema evolutivo

Imagen
El proceso evolutivo experimentado por la vida en la Tierra, globalmente considerado, está sujeto a un constante y enconado debate científico que enfrenta a dos tesis en torno a la cuestión de cómo cursa este proceso. Por un lado está la que plantea la evolución como un desarrollo biológico predeterminado en una dirección progresiva por el fenómeno de la convergencia, uno de cuyos más insignes representantes es Simon Conway Morris, para quién la vida se enfrenta a problemas que sólo admiten un número reducido de soluciones impuestas por las leyes físicas que se encontrarían una y otra vez gracias a la acción de la selección natural. Esto incluye el desarrollo de la inteligencia, una buena solución evolutiva porque confiere una gran capacidad adaptativa, y es de esperar que surja necesariamente en cualquier parte donde la vida florezca. De acuerdo con esta concepción, si se pudiera “resetear” la biosfera dejándola en sus estadios primigenios, volvería a progresar por los mismos canales

Histonas: cenicientas de la genómica

Imagen
Durante miles de millones de años después del surgimiento de la vida en la Tierra los organismos procariotas (bacterias y arqueas) fueron los únicos integrantes de la biosfera, circunstancia que puede dar la impresión, desde una visión desde luego distorsionada y errónea, de que nada significativo ocurrió desde el punto de vista evolutivo; en definitiva, no hubo más que bacterias y arqueas y más bacterias y arqueas en todo ese tiempo. Sin embargo, no dejaron de estar sometidas al insobornable dictamen de la selección natural y a los consecuentes procesos de diversificación, que en este caso fue de naturaleza metabólica principalmente, originándose organismos capaces de vivir de casi cualquier recurso disponible, desde las bacterias reductoras de sulfato hasta las fotosintéticas. Fue con la aparición de los organismos eucariotas con los que, al cabo, surgió la pluricelularidad y la capacidad de innovación morfológica en un portentoso estallido de diversidad biológica, la Explosión Cámbr